Atravesar las emociones

Las emociones pueden parecerse a un túnel. Tienen un principio, un recorrido y un final que es a su vez la salida. A veces las vemos venir, podemos ver la entrada desde lejos y cambiarnos de dirección si nos asusta, coger otro camino que no tiene por qué ser más cómodo, a veces puede incluso ser más largo y tortuoso.
Evitamos ciertas situaciones por miedo a las emociones que tenemos asociadas a ellas, por miedo a atravesar el túnel. Otras veces nos negamos a experimentarlas y somos capaces de cualquier cosa con tal de cambiar nuestro estado emocional. De nuevo, tenemos miedo de atravesar el túnel.
Otras veces es tarde y cuando nos damos cuenta, ya estamos dentro, la emoción nos ha cogido por sorpresa y hemos avanzado tanto por el túnel que nos quedamos paralizados por el miedo a continuar y la imposibilidad de volver atrás. No avanzar por el túnel supone no darnos permiso para sentir y por tanto no poder poner en marcha una estrategia de regulación útil que me permita salir del túnel, atravesar la emoción. A veces ocurre que pasamos tanto tiempo dentro del túnel que se nos olvida que había una entrada y eso significa que debe haber una salida. Nos quedamos atascados en una emoción que no nos atrevemos a atender olvidando que hubo algo que la causó y entenderlo nos ayudará a gestionar mejor la situación. Acabamos identificándonos con esa emoción, haciendo del túnel nuestra casa. «Soy una persona triste», «Soy celoso»… No hemos aprendido de esa experiencia, nos hemos quedado enredados en ella.
Las emociones, como los túneles, son estados transitorios, vienen para decirnos algo y se van si les prestamos atención, atendemos su mensaje y hacemos algo en consonancia. Las emociones son el lenguaje con el que nuestro cuerpo se comunica con nosotros. Entender el origen de nuestras emociones es el primer paso para identificarlas correctamente. ¿Qué siento y de dónde viene?¿Qué trata de decirme? Esto nos da la información necesaria para encontrar la respuesta más adecuada y poder así, salir del túnel.

No hay emociones buenas o emociones malas, hay formas de gestionarlas más funcionales y formas de gestionarlas menos funcionales.
No tengas miedo de sentir, es el lenguaje de tu cuerpo.

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